Charo Toscano
Consultora de Comunicación

La motivación del equipo de campaña es crucial en la victoria

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Causó estupor la victoria de Donald Trump. Aunque no existe una sola causa para tan sorprendente hecho, sí se puede afirmar que la campaña del republicano fue exitosa, y parte de ese éxito se debió a su equipo de campaña.

Cuando una semana antes de las elecciones el FBI reveló que estaba examinando los famosos emails de Hillary Clinton, su equipo se desinfló, mientras que el de Trump aprovechó el viento favorable, el momentum político, para dar el último sprint hacia la presidencia de Estados Unidos. La motivación de los equipos de campaña es determinante y supone una de las claves del éxito de la victoria electoral.

En las series de televisión, vemos a presidentes y congresistas rodeados de consultores y asesores pero, salvo excepciones, los electores no suelen conocer a las personas que están detrás de los políticos. En elecciones, el equipo de campaña es aquel que trabaja de forma organizada, cada uno con sus funciones, para conseguir los objetivos en común.

Algunos equipos son exitosos y otros fracasan. Lo fundamental es que las campañas comiencen con equipos consolidados, donde uno cada conozca a la perfección lo que tiene que hacer, exista confianza, cohesión y cooperación entre sus miembros, y no haya miedo a equivocarse.

Las ganas, la falta de recursos o simplemente el desconocimiento lleva a veces a los candidatos a lanzarse al ruedo a pecho descubierto, sin antes haber conformado un equipo equilibrado, donde cada miembro conozca sus funciones según su capacitación técnica y con la estrategia marcada de antemano. Ésta debe ser clara, simple y compartida para evitar improvisaciones y ocurrencias de última hora.

El principal error que se comente en el inicio de las campañas electorales es comenzar sin organización y sin tener establecido un equipo de campaña, tomando decisiones en función de las eventualidades que se van presentando. Conformar el equipo técnico es el primer paso en la organización de una campaña electoral, donde cada miembro, incluido el candidato, debe saber sus funciones, responsabilidades e importancia dentro de la estrategia.

El candidato no es su jefe de campaña

El segundo gran error es cuando el candidato cae en la tentación de ser su jefe de campaña, algo que suele darse con relativa frecuencia en lugares pequeños. Un equipo de campaña es una estructura muy compleja que se simplifica cuando cada uno sabe el rol que tiene que cumplir, y no es función del candidato estar sometido a la presión de tomar decisiones que exceden a sus capacidades o para las que no tiene tiempo. La principal tarea del candidato es la de escoger su equipo y elegir al jefe de campaña y, a partir de ahí, todos deben remar hacia la misma meta. Sólo entonces el candidato estará en condiciones de hacer bien su trabajo: seducir al electorado.

Hay distintas funciones dentro del equipo, y los buenos se caracterizan por tener a sus miembros profesionalizados para no atentar contra las posibilidades electorales del candidato.

El jefe de campaña es el director de orquesta bajo cuya batuta el conjunto mantiene el ritmo adecuado. Esta figura todopoderosa en la estructura de campaña debe ser sensible a las necesidades de los electores porque, de lo contrario, podrá elaborar una buena estrategia pero no conseguirá que el candidato impacte con la suficiente fuerza. Su visión de la campaña es periférica y su rol es trasversal, y además de contar con la aptitud y el talento para el puesto, debe gozar de la confianza del candidato.

Hace años el jefe de campaña era esa figura mítica, muy próxima al candidato, que todo lo sabía. De ahí han derivado, en palabras del experto Rubén Turienzo, “grandes aciertos y grandes cagadas, porque una persona no lo sabe todo”.

En la actualidad, un equipo de campaña es lo más parecido a la organización de una empresa, donde arriba del todo se encuentra el jefe que da las órdenes, como si fuera el candidato, y al que no se le puede negar información. El consultor ecuatoriano Camilo Severino acumula una gran experiencia en asesoramiento en campañas electorales, lo que le lleva a afirmar que “lo peor que puede haber en una campaña es democracia dentro de un equipo. La jerarquía tiene que ser vertical”.

Resulta fácil confundir al jefe de campaña con el consultor político, cuando son dos papeles completamente distintos. El jefe de campaña es la figura que manda en el equipo y forma parte de la estructura del partido; tiene el importante papel de administrar no sólo los roles, sino también los egos (Pablo Pérez Paladino, politólogo) y tiene que estar fuertemente apoyado por el candidato. El consultor, sin embargo, tiene que ver más con una cuestión técnica de interpretación de datos y de su aplicación dentro de la estrategia. Debe conocer bien al candidato, y no sólo su lado público, sino también en lo personal, descubriendo aquello que le inquieta y que, en definitiva, supone la motivación para salir todos los días a convencer a los electores.

Pertenecer a un equipo de campaña no es fácil. Todos los días se producen situaciones de crisis que hay que manejar, y sólo se llega hasta el final de manera exitosa con grandes dosis de motivación. Darle poder a los equipos técnicos, haciéndoles saber que forman parte de la estructura, es la receta que aporta Pérez Paladino.

El secreto de Turienzo para llevar la tensión del equipo hasta el final es dejar que cada uno en el equipo haga lo que le apasiona; que los retos sean a corto plazo (diarios y semanales) y generar una tribu, es decir, unir a un grupo de personas que coinciden en un ideal y comparten unos sentimientos.

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