Yo soy tu líder

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La política ha incorporado la técnica del relato como una manera más efectiva que los argumentos para persuadir a los electores. El storytelling consiste en crear un discurso de comunicación que conecte con la parte emocional del votante para obtener su lealtad y desarrollar un vínculo. Esta técnica de marketing transforma los mensajes en historias que se pueden recordar y con las que identificarse. Igual que en el marketing comercial, la política también está obligada a recurrir a los fundamentos de las grandes historias para que sus relatos tengan éxito y no quede, como la célebre niña de los chuches de Rajoy, en una anécdota simplista y poco efectiva.

Las narraciones políticas acuden al sistema de arquetipos, es decir, patrones o moldes de conductas que son símbolos culturales e imágenes grabadas en el inconsciente colectivo.

Los géneros fantásticos mantienen los arquetipos de la forma más pura. La mítica trilogía La guerra de las galaxias presenta los arquetipos típicos del arte de narrar historias, algunos de los cuales son representados por los líderes políticos que concurren a las próximas elecciones generales.

El héroe o guerrero (Luke Skywalker) es el protagonista; tiene una misión que cumplir y algo que el resto de personajes no pueden conseguir porque no disponen de sus cualidades personales. El explorador (Han Solo) se une a la causa del héroe por el placer de vivir una buena aventura y de experiencias al límite. El sabio (Obi Wan Kenobi y Yoda) es el personaje de edad que posee sabiduría y conocimientos y los comparte con el héroe para ayudarle en su misión. A veces la figura del sabio se combina con la del mago, hechicera o hada madrina, con un poder sobrenatural para ayudar al héroe a cumplir su cometido. El soberano (Leia) lidera una comunidad y la dirige hacia su destino, y el fuera de la ley o rebelde (Han Solo) vive al margen de las normas y rompe las reglas para ayudar al héroe.

Entre las elecciones de abril y las próximas de noviembre, los líderes políticos han experimentado una evolución en sus personajes aunque, en opinión del profesor de la Fundación UNED y experto en storytelling, Liberato Pérez Marín, “no estamos ante líderes con experiencia en gobernanza, sino ante cinco jóvenes amerizados en primera línea y, por tanto, con la necesidad de crear el arquetipo o personaje que proyecte una imagen atrayente sobre el electorado”.

Evolución de los líderes políticos

Pérez Marín ha estudiado la reciente transformación de estos personajes desde el punto de vista narrativo y del papel que desean interpretar en la escena política. El personaje con el que se quiere vestir al secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, es el de gobernante, el “líder preocupado por la buena dirección de la comunidad. Internamente en su partido ha demostrado que tiene mano firme, pero por más que repita que es el presidente, necesita la investidura”.

Desde su discurso de investidura hasta hoy, se le ha revestido, sucesivamente, de los personajes del explorador en las negociaciones en busca de un territorio inexplorado; del sabio, rechazando las exigencias inasumibles de Unidas Podemos; y del héroe, tras el aval del tribunal Supremo para la exhumación de los restos de Franco. Todo un alarde del storytelling de Moncloa”.

El líder del PP, Pablo Casado, aún camina en un viaje iniciático y enfrenta una situación interna no muy distinta a la de Sánchez, a juicio de Pérez Marín, a quien recomienda crear su manual de empresa, aplicarlo y hacerlo respetar. “El reto de su gabinete es el de investir al líder de los populares en el personaje de gobernante, al menos de puertas para adentro, para que aporte confianza al votante tradicional de derechas”. De momento, se tiene que contentar ante el electorado con el personaje del “explorador que está descubriendo nuevos espacios”, una vez que se ha dado cuenta que el personaje de guerrero que pelea por el espacio de Vox no le ha funcionado. “Las aguas vuelven a su cauce, y Casado las está descubriendo”.

El caso más contradictorio, en opinión del experto en storytelling, es el del líder de Ciudadanos, Albert Rivera: “con ansias de ser gobernante, no termina de aceptar su papel de bisagra, aunque en realidad no llega a ser más que el comodín de la partida”. Rivera encarna el lado más extremo del personaje del explorador, es decir, “el buscador permanentemente insatisfecho, lo que implica una clara indefinición”.

En este escenario, Alberto Garzón, de Izquierda Unida, se ha situado en segunda línea. “Prefiere retirarse a un lugar cómodo, con menos responsabilidades y donde se le garantiza la nómina puntual de cada mes”. No es que no tenga definido un personaje, simplemente, “no lo tiene”.

Santiago Abascal “exporta a los suyos el personaje del héroe que busca el poder, el control y lucha contra la adversidad; sus oponentes contraatacan perfilándolo como el forajido, el transgresor, el provocador. En el fondo, viene a ser un simplista enfrentamiento del bien frente al mal”.

El líder que acumula más contradicciones en tan poco tiempo es Pablo Iglesias. “Antes de las elecciones de abril, el profesor Iglesias, experto en comunicación política, había diseñado para sí los personajes del sabio, que se apoya en su intelecto; el creador, que transforma la realidad con su sello; el mago, que revoluciona, renueva y regenera y, por último, el del héroe, que lucha contra la adversidad. Nada nuevo”.

Iglesias ha aplicado al pie de la letra su manual de supervivencia, Juego de Tronos, “intentando asaltar el poder por quien se cree legítimo y erradicando levantamientos internos y traiciones al modo más oscuro del gobernante que practica la vieja estrategia del destierro o la expulsión”.

En este periodo entre las dos elecciones, “en un intento marketiniano de agencia de publicidad de tercera, se ha presentado como héroe que retorna con halo mesiánico y sabio que reivindica durante las negociaciones su lugar para solucionar los problemas de la clase trabajadora con sus recetas de mago. Tras convocarse las elecciones, Iglesias ha pasado a encarnar al personaje del inocente, ese ser engañado que quería ser aceptado. Tan solo le quedaba representar el papel del huérfano, traicionado y decepcionado que algunos interpretan como un cínico que se regodea en el victimismo. Frente a él, sus oponentes hacen relucir su brillo de forajido autodestructivo”.

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