Diez lecciones de comunicación política que nos deja 2019

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Dos elecciones generales, las municipales y autonómicas de mayo y la resaca de las elecciones andaluzas que todavía tiene patas arriba la política andaluza. Éste es el resumen de un año concluye al borde del agotamiento electoral. Negociación, líneas rojas, empatía, relato y relatores, fake news, investidura… Posiblemente éstas hayan sido las expresiones más utilizadas este año en comunicación política y tiene muchos que ver con la sobrecarga de horas en determinados medios televisivos, empeñados a dejarnos más extenuados aún que el propio calendario electoral.

¡Empieza la ReEvolución! fue el vídeo más viral de la última campaña. Pertenece al Pagma, y en él se critica duramente a Vox, al PP y a la tauromaquia. Pese al éxito, tampoco esta vez los animalistas han conseguido escaño en el Congreso. La viralidad, los clicks y los me gusta no son sinónimo de votos (lección 1). La comunicación en general, y la digital en particular, son esenciales en las campañas, pero no se puede confiar a ella toda la estrategia. Lo han experimentado en sus propias carnes los damnificados de este macroaño electoral.

La celebración de unas elecciones supone en muchos casos el fin de una carrera política, bien sea porque ha llegado a su fin de manera natural o porque la persona en cuestión asume la responsabilidad del fracaso, tal como ha hecho Albert Rivera. Sea como fuere, abandonar la vida pública es un momento crítico en la vida de un político. Hay vida después de la política (lección 2) pero los expertos advierten que en esas circunstancias algunos pueden llegar a padecer trastornos parecidos al estrés postraumático, y se manifiesta con alteraciones como desconcentración, insomnio, enfermedades intestinales y problemas psicológicos de toda índole.

Estos trastornos tienen su origen en el cambio brusco que se produce en la vida del político. Son la consecuencia del síndrome de la agenda vacía. Un periodo de adaptación, ayuda especializada e incluso pasar por terapia son las recomendaciones de los expertos para minimizar esos efectos colaterales.

Y mientras unos abandonan, otros continúan en la pelea. Y hoy la lucha en política se ha transformado en una guerra por ganar el relato. La narrativa o relato son los términos de moda en la comunicación política actual. Eufemísticamente se llama relato a las historias que cada partido intentan contar al electorado apelando a las emociones y dejando en un segundo plano los argumentos, y este año electoral se ha intensificado esa necesidad de establecer vínculos con el electorado a través del storytelling (lección 3). En esta escenificación de la vida pública, cada líder político interpreta a personajes que encarnan los arquetipos propios del género fantástico.

En un alarde de storytelling desarrollado por Moncloa, Pedro Sánchez reúne los papeles de gobernante, explorador, sabio y héroe. Pablo Casado es el explorador que está descubriendo nuevos espacios. Albert Rivera, con ansias de gobernante, sólo llegó a explorador insatisfecho. Alberto Garzón renunció a representar papel. Santiago Abascal se presentó ante los suyos como el héroe en busca del poder, mientras que Pablo Iglesias, cuyo manejo los resortes de la comunicación política es bastante superior al del resto de adversarios, diseñó para sí los personajes de sabio, creador, mago, héroe. Y ya, por último, inocente y huérfano.

Como espectáculo televisivo que es, tuvimos la oportunidad de ver todas estas interpretaciones en los debates electorales. El debate es el género electoral por excelencia. Ya no basta con ganar el debate en la tele, los equipos trabajan a toda máquina para que su candidato sea el vencedor también en las redes sociales. Los equipos emplean mucho esfuerzo en preparar los debates porque importa no cometer errores, pero no es el debate lo que debe que ganar el candidato, sino el conjunto de la campaña electoral (lección 4). Pregunten a Pedro Sánchez.

Muchas de las cosas que se dicen en los debates electorales y en la campaña luego se echan en cara durante el proceso de negociación. Al líder del PSOE le quitaba el sueño un pacto con Podemos, y 24 horas después de ganar las segundas elecciones, el insomne firmaba un pacto con Iglesias. Al menos, parece que los políticos ahora van a negociar con la lección aprendida, y donde antes reclamaban luz y taquígrafos, ahora piden “paciencia” y “cierta discreción” (lección 5).

Miente que algo queda

Es también en los debates donde más mentiras y medias verdades nos cuentan los políticos, sabiendo que los desmentidos no tienen efecto. Algunos partidos han incorporado la mentira a su estrategia de comunicación política. Saben que el engaño no cambia el voto e, incluso, pueden mejorar los resultados electorales (lección 6). Cuando una noticia falsa nos la razón, deja de interesarnos si es cierta o no. Simplemente la asumimos y la compartimos con otras personas que piensan como nosotros. Así es como las fakes tienen una viralización exponencial, mientras que los fact-checking no consiguen el objetivo de sacarle los colores al mentiroso.

Las noticias falsas se amplifican dentro de las burbujas que crean las redes sociales. En un mundo de acceso ilimitado a la información, paradójicamente sólo consumimos noticias ideológicamente afines. El actual sistema comunicativo tiende al aislamiento y dificulta el intercambio de puntos de vista diferentes (lección 7). Esta manera tan sesgada de percibir el mundo explica triunfos como el de Trump y encuentra en Whatsapp un potente aliado. Esta poderosa herramienta de propaganda llega a más gente que las redes sociales, con unos ratios de apertura del 90 por ciento, y ha sido clave en la victoria de partidos como Vox o el del ultraderechista Jair Bolsonaro, en Brasil (lección 8).

Otro triunfo electoral llamativo ha sido el del polémico Boris Johnson. Un mensaje claro, Get Brexit done (hagámoslo), ha sido la clave (lección 9) frente a la indefinición de los laboristas.

Cierra 2019 con la esperanza de que en el nuevo año no haya elecciones a la vista. Más que nada por la salud mental de los electores. Y también con la certeza de que, aunque la comunicación en las instituciones públicas y políticas nos muestra problemas de calado, se vislumbran también oportunidades que pueden ser aprovechadas para mejorar la relación con los ciudadanos (lección 10).

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