¿Dónde se esconden los indecisos?

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Han pasado poco más de seis meses desde las elecciones del 24 de abril y en esta campaña electoral ni rastro de los 12 millones de indecisos. ¿Acaso se han desintegrado? ¿Igual van todos hoy a votar y tenemos unas elecciones sólo con decididos? Ni una cosa, ni la otra. Simplemente, no toca hablar de ellos. Y detrás de este silencio no se esconde una razón estratégica de los partidos, sino más bien obedece a una realidad mucho más mundana: ni son tantos ni son tan influyentes, tal como afirma el experto Ignacio Varela.

Por definición, los indecisos son aquellos electores que, teniendo intención de ir a las urnas, en el momento de la encuesta no ha decidido aún el sentido de su voto o se niegan a revelarlo, bien porque consideren que el voto es secreto o bien porque sientan rubor a confesar su apoyo a ciertos líderes o partidos políticos. Es lo que se llama el “voto vergonzante”. Pero un indeciso es también alguien que siente algún tipo de simpatía hacia un candidato aunque no es plenamente consciente, y aquel elector que no habiendo decidido aún a quien va a votar, sabe perfectamente por quien no va a hacerlo.

Un halo de misterio rodea siempre a los llamados indecisos, menos en estas elecciones, ya que parece que se los ha tragado la tierra. Se les atribuye un superpoder capaz de hacer cambiar el sentido de unas elecciones en función un impulso irracional a la hora de coger la papeleta. Nada de esto es así.

Poco se ha hablado durante esta campaña de los indecisos, y no será por falta de sondeos. Según los datos de la última encuesta preelectoral del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), dos tercios de los entrevistados responden que irán a votar “con total seguridad”, y el 32,3% de los que están predispuestos a votar aún no ha decidido el sentido de su voto. El pasado abril, esta cifra ascendía hasta el 42% (unos 12 millones de indecisos), pero ahora parece que, por el poco tiempo transcurrido entre una elección y otra, los electores lo tienen un poco más claro.

En todas las elecciones existen personas que no saben si van a ir a votar, y otros que sí tienen decidido el voto pero no responden a las encuestas. Por tanto, lo correcto sería hablar del “voto seguro” más que de los indecisos, según Ignacio Varela. Lo define como aquella persona que contesta a la encuesta, va a votar con seguridad 10, ya ha elegido partido y lo dice, es votante habitual, y responde con coherencia.

Por el contrario, “el indeciso propiamente dicho es el que sabemos que va a ir a votar con seguridad pero está dudando activamente entre dos o más partidos. De estos, no hay 12 millones, ni la mitad ni la tercera parte”, remarca.

Modas

Y aun así son un número considerable de personas que hasta hace tan sólo unos días no sabía a quien iba a votar hoy, y a la que los partidos políticos y los medios de comunicación a penas sí les han prestado atención. ¿Puede que los indecisos en estas elecciones no sean tan decisivos? Varela se muestra escéptico acerca de su influencia en el resultado de unas elecciones y afirma que son “modas”.

Hablamos de los indecisos como de un bloque homogéneo capaz de inclinar la balanza hacia un lado o hacia otro. Si votaran mayoritariamente a un solo partido “serían completamente decisivos”, en opinión de José Miguel Elías, de Sigma Dos, quien asegura que “no se desvían mucho de los que ya han tomado una decisión”. En la misma línea se sitúa Varela: “se cuentan con los dedos de una mano las elecciones en las que los indecisos han invertido la tendencia. La mayoría de los que llamamos indecisos terminarán absteniéndose, y los que voten estarán influenciadas por sus entornos más inmediatos”.

El indeciso tradicional es una persona que suele tener poco interés por la política y se involucra a última hora. Está dominado por la apatía y la indiferencia, y se encuentra en las antípodas de una persona politizada.

Las encuestas, aunque dominan buena parte de la información de la campaña electoral, influyen bastante poco en la decisión final del voto. La mitad de los encuestados afirma tener conocimiento de algún sondeo, y de éstos, sólo un tercio lo tuvo en cuenta, casi todos ellos para confirmar lo que ya había decidido anteriormente.

Pese a conocerse su pereza patológica hacia todo lo que huela a política y su influencia más que relativa, en ocasiones -como en las elecciones de abril- existe un desmesurado interés por parte de los partidos políticos por seducir al indeciso, desplegando toda una estrategia electoral en una dirección que termina conduciendo a la nada.

Según Varela, existen tres tipos de personas que agitan a los indecisos: los dirigentes de los partidos que necesitan movilizar a sus tropas en los mítines, los pronosticadores demoscópicos para cubrirse las espaldas si fallan en sus predicciones, y los periodistas ávidos dar emoción a las elecciones.

Quienes tienen un sincero interés en conocer por dónde respira el indeciso trata de conocer sus rechazos y aversiones, haciendo la pregunta correcta: ¿a quién no votaría? Partiendo de que la elección de los indecisos se va a decantar en función de lo que rechazan, los partidos pueden inferir algunas de las certezas ocultas, entender mejor a ese público y trabajar la comunicación con ellos de una manera más eficaz.

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