Charo Toscano
Consultora de Comunicación

Las campañas electorales sin estrategia van derechas a la derrota

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Un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después. Ésta es la diferencia entre los que tienen estrategia y los que no tienen planes premeditados (Sun Tzu. El arte de la guerra).

Escrito en torno al siglo VI antes de Cristo, este tratado ha inspirado a lo largo de los siglos a personajes como MaquiaveloAnibal o Napoleón y, a pesar de su antigüedad, sigue estando aún hoy vigente. Porque El arte de la guerra es mucho más que un simple manual militar. Sus páginas nos revelan la importancia de tener una estrategia en cualquier ámbito de la vida, también y, sobre todo, en la política.

El significado primario de la palabra estrategia es el arte de dirigir operaciones militares. Procede del latín strategia, que a su vez viene de dos términos griegos: stratos (ejército) y agein (conductor, guía). Como en la guerra, en una campaña electoral no se puede funcionar sin estrategia a no ser que estemos hablando de un suicida político, que también los hay. La estrategia es la piedra angular de la campaña. No se puede afrontar el momento más crítico de la vida de un partido político como pollo sin cabeza, sin saber hacia dónde ir, cómo y para qué.

La tendencia de muchos partidos políticos en el momento de afrontar una campaña electoral es elegir a un comité electoral para diseñar las acciones que se realizarán durante ese periodo. Esto es lo mismo que empezar la casa por el tejado, saltándose los dos primeros pasos sobre los que se asienta toda campaña: información de las necesidades, problemas e inquietudes de los ciudadanos y planificación de la estrategia electoral. Y sólo luego, cuando esto ya se tiene claro, hay que pensar en las acciones.

En palabras del consultor Luis Costa Bonino, la estrategia electoral se construye para alcanzar los objetivos que la fuerza política se plantea. Lo primero que debe definirse con claridad al diseñar una estrategia son los objetivos, algo que “no es una cuestión obvia y que necesita de un atento trabajo”. Sólo después de tener definidos los objetivos, deberá decidirse hacia quienes se orientará preferentemente el esfuerzo de comunicación, seleccionando los blancos principales (targets). Y ya por último se perfilarán otros aspectos de la estrategia, como el mensaje, los temas de campaña, el tono y el cronograma.

Hay quienes piensan que las campañas electorales no valen para nada y que la gente ya tiene decidido el voto desde mucho antes de que comience. Se calcula que uno de cada cuatro electores llega a la campaña sin saber a quién va a votar, una cifra nada despreciable para los partidos en estos momentos de volatilidad y de fragmentación electoral.

Las buenas campañas sí influyen en los buenos resultados, pero deben estar bien concebidas, sin improvisaciones. La estrategia debe ser pensada y repensada en función del análisis previo: cuáles son nuestros votantes, dónde se encuentran, qué temas son los que le interesan… Se concreta en un Plan de Campaña, que es un documento escrito, breve, no público, conocido por muchas pocas personas, y creado para definir la estrategia del partido.

Pensar, no hacer

En el libro El manual del Príncipe, el consultor Xavier Domínguez dice que “estrategia es pensar, no hacer. A eso le llaman táctica” y reseña siete aspectos determinantes en una estrategia política vinculados al concepto militar.

Los partidos deben atender al terreno, es decir, los temas de los que se va a hablar, aquellos que más le benefician y que seguramente son los que controla. Hacerlo supone dominar la agenda.

La estrategia tiene que definir la planificación, qué debe suceder en cada momento y por qué, organización, previsión, elaboración de un plan, conocer previamente el objetivo y desarrollar una serie de tácticas que conduzcan todos los esfuerzos hacia una única idea.

La unidad de mando dirige y coordina cada uno de los aspectos. En las campañas electorales se denomina comité electoral.

Concentración de fuerza significa definir el target sobre el que hay que trabajar para reducir las posibilidades de derrota, abocando todos los esfuerzos en los ámbitos que nos benefician o que desgastan al adversario.

De la capacidad de mantener la iniciativa depende en gran medida las posibilidades de éxito: quien lleva la iniciativa puede ganar, quien no lo hace siempre pierde. La iniciativa es marcar el ritmo de la campaña, ser los primeros en las propuestas, conducir a los demás a nuestros temas, ser propositivos, no reactivos.

La ejecución en base a probabilidad quiere decir no hacer nada que no se pueda ejecutar con garantías de éxito o como mínimo no quedando mal del todo. Hacer por hacer, mejor ni intentarlo. En campaña los errores se pagan muy caro.

La sorpresa es un factor con el que se vence al adversario y agrada a los nuestros. Se debe contemplar el factor sorpresa como la capacidad que se tiene de liderar, pero teniendo cuidado de no abusar porque se acaba leyendo como improvisación.

Cuando se desata la batalla por ganar las elecciones, la estrategia general tiene que ser el todo, estar muy bien trazada. Pero las estrategias no son de acero, deben tener la flexibilidad necesaria para hacer ajustes más pronto que tarde cuando no esté dando el resultado esperado.

La estrategia se puede cambiar cuando sea necesario, pero caminar sin ella por la campaña, no es una opción ya que, como nos enseña Sun Tzu, estaríamos en manos de azar, avanzando con total seguridad hacia la derrota: “Estrategia sin táctica es el más lento camino hacia la victoria. Las tácticas sin estrategia son el ruido antes de la derrota”.

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