Por qué triunfan las mentiras de los políticos

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Vox ha conseguido en las pasadas elecciones generales más votos en aquellos municipios donde vive un mayor porcentaje de inmigrantes no europeos y del este. Su campaña ha estado plagada de mentiras y de afirmaciones falsas, como que los extranjeros tienen derecho a medicamentos gratuitos, más facilidades para obtener ayudas sociales o acumulan mayores índices de delincuencia. Ante el silencio del resto de formaciones políticas, de poco o nada han servido los desmentidos realizados por los medios de comunicación, lo que nos lleva a plantearnos si tiene algún efecto la verificación de los hechos.

Nos gusta tener razón; de hecho, es una de las cosas que nos hace más felices, según los expertos. Cuando una noticia falsa nos la da, deja de interesarnos si es cierta o no. Simplemente la asumimos y la compartimos con otras personas que piensan como nosotros. Así es como las fakes tienen una viralización exponencial, mientras que los fact-checking no consiguen el objetivo de sacarle los colores al mentiroso.

Donald Trump ha puesto de moda la expresión fake news. Está empeñado en hacernos creer que es el mesías, y la única realidad es que personifica la mayor fuente de mentiras y de desinformación del planeta. Tal es la esquizofrenia que define cada noticia incómoda como “falsa”, incluso aunque sea reproducción literal de sus palabras. Llama a las periodistas “locas” y “enfermas” y a los medios “asquerosos” y “el enemigo del pueblo”, como recuerda Politibot.

Trump ha conseguido politizar el término fake news, aunque esto no resta gravedad al fenómeno de las noticias falsas. En esta última campaña electoral española hemos asistido al empleo de contenido falso y de cifras inventadas sin ningún tipo de pudor y sin que el electorado haya castigado a sus autores. De hecho, a pesar de que el discurso sobre la inmigración es falso, ha calado en muchos municipios con gran cantidad de población inmigrante.

Sabemos que los políticos (o algunos políticos) nos están engañando y, sin embargo, los tratamos con indulgencia. Tal es así, que algunas formaciones políticas han incorporado la mentira a su estrategia de comunicación política, conscientes de que el engaño no cambia el voto e, incluso, puede mejorar los resultados electorales.

A la hora de votar, poco influye la razón. Las emociones y los miedos tienen mayor prevalencia sobre la decisión del voto, y es precisamente la apelación a las emociones más inmediatas una de las principales características de los contenidos falsos, según los expertos. Si una noticia que nos envía un amigo confirma nuestras convicciones y nos dan la razón, se produce lo que los expertos denominan sesgo de confirmación. De poco sirven los insulsos fact-checking con datos estadísticos que intentan llevarnos la contraria, diciéndonos que lo que estamos pensando no es verdad. Esto explica que los partidos populistas apelen a las emociones y dejen de lado la razón, ofreciendo soluciones imposibles a sabiendas de que lo son.

El Instituto de Tecnología de Massachussets ha realizado una investigación que concluye que las noticias falsas se comparten un 70% más que las reales. No son los bots quienes difunden los bulos, puesto que se ha demostrado que estas cuentas automatizadas propagan todo tipo de contenidos y en la misma proporción. Somos nosotros quienes viralizamos la basura informativa guiados por el miedo, la emoción o la necesidad de demostrar al mundo que tenemos razón.

La consultora Gardner, que realiza predicciones tecnológicas cada año, ha vaticinado que en 2022 la mitad de las noticias serán falsas. Vivimos entre mentiras, y ante este panorama, mentir no tiene ningún coste social y la política se aprovecha de ello.

Desmentidos simples

David Robson, autor del libro La trampa de la inteligencia, afirma que, para combatir los bulos, hay que evitar hacer hincapié en la información que se desmiente, ya que darle publicidad a un hecho falso intentando desmentirlo multiplica el alcance de la mentira. El desmentido, además, debe ser tan simple como la mentira, en opinión de este experto, ya que un complejo razonamiento repleto de datos dificulta la comprensión por parte de nuestro cerebro que, de por sí, es perezoso y pretende evitar que la visión del mundo que tenemos se vea amenazada.

La paradoja de los desmentidos es que, a fuerza de repetir datos y argumentos que contradigan la noticia falsa, pueden convertirla en tema de campaña electoral, como ha ocurrido con la idea falsa de los privilegios de los extranjeros. Sólo así puede entenderse el silencio de los líderes políticos ante mentiras como que los servicios sociales atienden primero a los inmigrantes o que éstos tienen preferencia en sanidad o educación, por poner sólo algunos ejemplos.

En lugar de desmentidos para hacernos ver que estamos equivocados o somos víctimas de un engaño, Robson recomienda nuevas informaciones que puedan resultar útil para combatir los miedos sociales y económicos. El cerebro no está preparado para semejante ejercicio de autocrítica.

A ello se une que nuestro detector de mentiras no funciona al cien por cien, a pesar de que casi todos nos creemos capaces de descubrir una noticia falsa. Un estudio de la Universidad Complutense de Madrid ha revelado que 6 de cada 10 personas se consideran capacitadas para detectar una noticia falsa. La realidad es que sólo 3 de cada 20 dispone de habilidad para interceptar los bulos.

Es responsabilidad de toda la sociedad detener la propagación de contenido basura que distorsiona la realidad y presenta hechos alternativos. Unos sencillos consejos antes de compartir una noticia:

  1. No compartas inmediatamente un texto al recibirlo. Tómate tu tiempo, léelo, piensa y comprueba que sea verdad.
  2. Si te causó una gran reacción emocional, desconfía.
  3. Si confirma alguna convicción que ya tenías, desarrolla el hábito de desconfiar y de investigar su veracidad.
  4. Las noticias falsas suelen ser autos de fe, simplemente te piden que creas en ella. Una noticia real incluye fuentes, citas y otros recursos.
  5. Recela de las noticias bomba aprovechando una coyuntura. Las noticias bien hechas requieren tiempo y profesionalidad.

Los investigadores del Instituto Tecnológico de Massachussets concluyen que las noticias falsas causan más sorpresa y rechazo, mientras que las verídicas más ansiedad y tristeza. Cuanto más nos sorprende algo, mayores son las ganas de compartirlo. De eso viven las fakes.

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