El candidato socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, ganó en 1973 las elecciones presidenciales de Venezuela. Y no lo hizo confrontando con su adversario, el demócrata-cristiano Lorenzo Fernández, sino caminando. Abandonó el coche oficial para recorrer los barrios pobres, los ricos, las playas, las selvas y las ciudades. Anduvo por lugares que nunca antes había visitado un candidato. Y para llegar a todos los rincones, contó con ayuda de voluntarios que llenaron con sus huellas las calles, paredes y techos de todo el país.
La batalla entre estos dos candidatos no fue épica; sólo un hombre caminando por el país proclamando la lucha contra la pobreza y una política de pleno empleo. Y mientras Carlos Andrés Pérez gastaba suela, el otro candidato quedó desdibujado y desaparecido ante tan arrolladora campaña electoral. Ésta fue sólo una de las grandes obras de Joseph Napolitan (1929-2013), conocido como el padre de la consultoría política.
Napolitan participó en las campañas presidenciales de John F. Kennedy (1960) y de Lyndon Johnson (1964), en Estados Unidos; fue asesor personal de jefes de Estado extranjeros, entre ellos el presidente Valéry Giscard d’Estaing, de Francia, Boris Yeltsin y Óscar Arias, y desarrolló su maestría en más de 20 países.
Algunos lo consideran el mejor consultor político de todos los tiempos porque existe un antes y un después en las campañas electorales. Con él se pasó de la improvisación y el empirismo a la aplicación de la estrategia y la profesionalización en la contienda política.
Su legado sigue vigente en el ámbito profesional y académico. En la 19 conferencia anual de la Asociación Internacional de Asesores Políticos celebrada en 1986 pronunció una de sus obras más memorable, 100 cosas que he aprendido en 30 años de trabajo como asesor de campañas electorales. Poco o nada se mencionaba en ella de las nuevas tecnologías, porque aún no habían irrumpido en la política, pero los consejos brindados por el maestro aún son aplicables y forman parte de la bibliografía imprescindible de todo consultor.
A continuación ofrecemos una selección de esos consejos referidos a las estrategias de las campañas electorales, hoy tan presentes y permanentes en nuestras vidas.
–La estrategia es el factor individual más importante en una campaña política. Una estrategia correcta puede sobrevivir a una campaña mediocre, pero incluso una campaña brillante puede fallar si la estrategia es errónea.
–El timing es esencial. Para un candidato desconocido, una campaña temprana de imagen puede ser vital. Para un candidato muy conocido, pude ser un derroche sin sentido.
–Si algo funciona, hay que seguir usándolo hasta que deje de hacerlo. Lo nuevo no es necesariamente mejor.
–La percepción es más importante que la realidad. Si los votantes creen que el candidato X es un hombre honesto, éste puede robarles sus carteras y salir bien librado; si creen que el candidato es un ladrón, será inútil que 4 cardenales y 16 obispos testifiquen a su favor.
–Primero hay que proteger el terreno propio. Si se tiene una base sólida de apoyo, primero hay que protegerla, luego hay que tratar de conseguir otros votos. Es también más fácil incrementar el porcentaje de votos en un entorno favorable que obtener el mismo número de votos en un entorno hostil.
–No hay que temer invadir el territorio de la oposición. Primero se protege la base propia de apoyo, luego se invade el territorio de la oposición.
–No se debe dejar al oponente campar a sus anchas. Un candidato se muestra reticente a contestar los ataques de un oponente porque cree que los tiene que contestar él mismo, y no quiere “bajar a la misma cloaca”. Se trata de un noble sentimiento que suele llevar a la pérdida de las elecciones. El candidato no tiene por qué refutar personalmente cada uno de los ataques que reciba, pero sus colaboradores o su partido deberían hacerlo. De lo contrario, se está corriendo el riesgo de que el ataque no contestado, de repetirse a menudo, sea percibido como cierto, y entonces el problema será grave.
–Hay que empezar pronto. Nunca se empieza a preparar una campaña demasiado pronto. Cuando se empieza tarde, no se tienen que hacer menos cosas, sencillamente se tiene menos tiempo para hacerlas.
–Los avances pequeños son importantes, y a veces decisivos. Hay que ir avanzando paso a paso. La mayoría de las elecciones se deciden por márgenes muy pequeños, y si se es capaz de conseguir pequeños avances en cada grupo de votantes, al final pueden llevar a la victoria.
–Si los materiales editados no funcionan, tíralos sin importarte lo que hayan costado. Como mínimo ahorraremos el coste de emitirlo o tendremos la oportunidad de emitir otro y, si es tan malo, continuar emitiéndolo podría dañar las posibilidades de ganar las elecciones.
–Refrenad a los amateurs apasionados. El amateur apasionado es una persona entusiasta pero con poca experiencia, que no tiene los conocimientos para hacer una evaluación global de la campaña. Hay que cuidar de no dejarles tomar decisiones; os podríais arrepentir toda la vida.
–Ten una razón para lo que haces. Hay que plantearse algunas preguntas directas sobre cada paso que se da en una campaña: ¿por qué estamos haciendo esto? ¿qué obtendremos con ello? ¿qué pasará si no lo hacemos? ¿es este el modo más efectivo de gastar nuestro dinero?
–No tengáis pánico acerca de los errores. Ocurrirán. Lo importante es no malgastar mucho tiempo llorando por ello o criticando a la persona responsable, sino dedicarlo a pensar cómo abordarlo. En muchos casos, lo mejor es sencillamente ignorarlo y olvidarlo.
–Hay que saber qué está tramando el adversario. No hace falta ser un gran genio de la política para darse cuenta de la importancia de seguir las actividades de los adversarios, pero siempre es sorprendente ver cómo pocos equipos de campaña lo hacen de forma sistemática.
–No hay que oponerse a toda propuesta o declaración de los adversarios. Criticándolo todo, se diluye la fuerza de la crítica. Prefiero reducir la frecuencia de los ataques, o contraataques, pero hacerlos realmente duros cuando se utilizan.
–Analiza tus derrotas. Se puede aprender mucho más en una campaña que se ha perdido que en una que se ha ganado.
–Si no tenéis que utilizar campañas negativas, no lo hagáis; si tenéis que hacerlo, que sean eficaces. Cuando os sintáis obligados a usar campañas negativas, no os contentéis con dar un palmetazo en los nudillos, dad un buen golpe en la cabeza.
–Las campañas debieran ser divertidas. No hay nada que desanime más que una campaña gris o un candidato sin sentido del humor.










