Las líneas rojas limitan la negociación política

Ha llegado lo más complicado de estas elecciones: las negociaciones para formar gobierno. Si algo sabíamos es que, una vez se cerraran las urnas y se contaran los votos, los partidos iban a tener que negociar. El pentapartidismo, hasta ahora inédito en España, nos ofrece un escenario en el que el acuerdo político es condición indispensable para el que quiera gobernar. Es el turno de que los partidos muestren ahora altura de miras y sean conscientes de que, en la actual coyuntura, el principal interés es el general. Para alcanzar acuerdos hace falta voluntad política, pero también es necesario que los partidos dispongan de buenos negociadores.

Salvo que se trate de una guerra de exterminio, todo conflicto concluye con una negociación. En política se negocia casi todo: para mantener el status-quo, para avanzar e incluso para sobrevivir. Mediante las transacciones, los partidos tratan de buscar un espacio común entre dos posiciones que se encuentran distanciadas. Pero nadie dijo que negociar fuera una tarea fácil.

Con la ruptura del bipartidismo en las elecciones generales de 2015 tuvimos en España la primera gran experiencia negociadora. A excepción del PP que no intercambió ni media palabra siendo el más votado, los partidos se estrenaron fracasando en el intento y la repetición de las elecciones fue inevitable.

En aquel mes de negociaciones, hubo una expresión que dominó la comunicación política: las líneas rojas. Esta metáfora de los límites es de origen británico y tiene su origen en la batalla de Balaklava, en la guerra de Crimea, cuando un batallón de infantería (casacas rojas) se enfrentó a la caballería rusa sin esperanza de victoria. Líneas rojas significa resistir hasta las últimas consecuencias en una posición determinada. En política, expresa aquello que es inaceptable y no se puede traspasar, los límites sobre los cuales no se está dispuesto a ceder. Y en 2015, tantas fueron las líneas rojas que trazaron los partidos políticos durante la negociación, que todo resultó un gran fiasco.

Para el experto Daniel Eskivel, de esa manera no se negocia en política. Los partidos establecieron unos límites tan claros y nítidos que la negociación se contaminó y no dejó margen para el acuerdo. “La negociación así conducida estaba condenada a fracasar rotundamente”. No hubo negociación en realidad, sino seudo-negociación porque “detrás de la insistencia en las líneas rojas, en realidad cada uno continuó su campaña electoral”. En esta misma línea se pronuncia el politólogo Pablo Simón, quien opina que “con líneas rojas muy firmes, pierdes toda capacidad de negociación”.

Este estreno fallido delimita la importancia de la negociación en la política. Se trata de una herramienta básica de la que tiene que echar mano los partidos tanto si buscan pactos estables, acuerdos puntuales, respaldos de investidura o apoyos momentáneos.

El nuevo paisaje político obliga a los partidos a fortalecer sus habilidades de negociación, disponiendo de equipos cualificados en el arte de alcanzar acuerdos. Porque para negociar no vale cualquiera, y en política tampoco

Los políticos son seres humanos, no máquinas y, como tales, tienen su parte emocional. Con frecuencia olvidan que no se están enfrentando a personas, sino que se enfrentan a problemas. Por ello, los expertos recomiendan enviar a negociar a las personas que sean las más adecuadas para hacerlo, aquéllas capaces de separar el problema de la persona, haciendo un esfuerzo por superar las antipatías entre ellos o sus organizaciones, y centrarse en el análisis y las ideas.

Si es importante tener claro que la negociación no es una confrontación directa entre quienes están sentados en la mesa. Tampoco el proceso de negociación puede limitarse con una lista de propuestas detalladas. La letra pequeña no debe estar por encima de los intereses estratégicos de la organización, que son los que hay que preservar mediante concesiones en posicionamientos concretos.

Concesiones

En toda buena negociación, las partes reconocen que el acuerdo es más beneficioso que la ruptura las relaciones, y están dispuestos a ceder algo a cambio de algo. Por tanto, hay que hacer concesiones, y partiendo de la base de que los programas políticos nunca se cumplen al cien por cien, esas concesiones no deben ser entendidas como debilidad. Para ganar algo que importa a un partido político, en ocasiones debe renunciar a otras aspiraciones que están sobre la mesa pero que no son esenciales ni para ese partido ni para sus votantes, ya que lo contrario podría interpretarse como una traición por parte de los electores. Y en política, las traiciones terminan pagándose muy caro.

Con el fin de las mayorías absolutas, se hace indispensable que los partidos políticos cuenten en sus filas con figuras capaces de llevar a cabo la negociación y cumplir con el ritual que este proceso conlleva. Los profesores de la Universidad de Huelva Yolanda Navarro y José Climent creen que las personas a las que se les encomiende esta tarea deben disponer de conocimientos y habilidades suficientes para poder negociar.

Existen unos rasgos de personalidad y habilidades en los negociadores que, a juicio de Navarro y Climent, son los idóneos para que la negociación resulte eficaz:

  • Afabilidad: personas tolerantes, consideradas y flexibles.
  • Tesón: personas organizados, persistentes y responsables.
  • Inteligencia emocional: capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y habilidad para manejarlos.
  • Estabilidad emocional: las personas con poca estabilidad emocional tienen tendencia a la ansiedad, depresión, inseguridad y preocupación.
  • Asertividad: estilo de comunicación, entre la agresividad y la pasividad, en el que la persona no manifiesta ni sumisión ni comportamiento agresivo.
  • Escucha activa: escuchar y entender la comunicación desde el punto de vista del que habla.
  • Extraversión: tendencia a ser social, activo, comunicativo y asertivo.

Llegado el acuerdo, éste debe ser presentado por escrito para que los ciudadanos conozcamos todos sus términos y saber a qué atenernos. Para Pablo Simón, “esa es la transparencia, y no el streaming”.

Las líneas rojas limitan la negociación política 1 - Charo Toscano

Artículos relacionados

Más artículos

publicados